A. Jiménez / F. Murray Abraham charlando en la barra del Corner Bistro
A lo mejor el año que viene vuelvo a Nueva York para comer de nuevo la hamburguesa que preparan unos señores que pasan de los setenta con una camisa blanca, sin prisa, como si fuera la primera. No hay nada más que comer en la carta; solo las patatas fritas con las que, si no, la burger no sienta igual. Volaré hasta allí solo para eso. O para que el aire caliente que emana del suelo me levante un poco los bajos del pantalón.
Viajo así porque ya estuve en los museos que quise y porque quiero ver con los ojos que ven ellos. En París tengo el gusto de recomendar a todo el que va el restaurante Shabour y mojar el challah en uno de sus platos, que era como estar en el cielo, y probar el suflé de chocolate que te dan después en un tupper, para que tengas postre al día siguiente. No puedo recomendar el Pompidou porque no lo vi, ni las Galerías Lafayette; lo confieso antes de que quienes viajan de ese modo lancen su J’accuse. Esa recomendación me la sé antes de que la hagan. Viajé con intención hasta Cancale solo por darme un empacho de ostras y sopa de pescado. Qué calentita y qué trocitos tan sabrosos; me vio sonreír el camarero de ese restaurante todo decorado de rojo a medio camino entre ser auténtico y ser un reclamo turístico, que no distinguí y tampoco me importó.
Algunos preferimos el olor de las gofreras, del rezumar mantequilla e incluso del café a casi cinco euros en un puesto de las Tullerías. Una señora gruesa que prepara tacos que gotean, un tipo que no puedo calcular el tiempo que lleva haciendo perritos calientes en Manhattan, aquel croasán en Honfleur, o el vino de Ti-Coz. Entiendo la belleza del arte a la primera, y Dios quiera que siga ahí para siempre; sin embargo, la arquitectura evidente en un paseo, el color de las aceras, mezclarse con lo que se visita, es un cuadro abstracto que cada uno entiende como quiere. Es más fácil encontrarse al ganador del Oscar F. Murray Abraham charlando con sus compadres en la hamburguesería del West Village, que haciéndose el turista por el MoMa. La ciudad es el museo.
Periodista. Escribo y hago radio local. Me gusta comer bien, mi familia, y conducir. Todo mejor en 35 mm.
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