La Taberna de Quique Leganés

Comilona Jiménez – Las mesas con su propia lamparita

Oct 21, 2021 | Actualidad, Comilona Jiménez, Cultura y Ocio, Opinión

Por Almudena Jiménez

Cada vez me gustan más los restaurantes pequeños, y es curioso haber llegado a esta conclusión en lo que parece -y digo esto implorando y alzando la mirada al Cielo con mayúsculas- el tramo final de esta pandemia. Hace unas semanas cenamos en un restaurante bastante popular por sus brasas y su tarta de queso en un buen barrio del centro de Madrid; bueno, pues tenía una barra y zona de mesas altas con capacidad para muchos más comensales que la media, una planta cero de la que salían -qué sé yo- ¿cuatro o cinco salas a las que daba acceso esa misma planta?; una primera planta principal con otras estancias derivadas y una pedazo de terraza con su propia zona para tomarse una copas o hacer el afterwork. Aquello era un parque temático.

Reconozco que la comida estuvo suficientemente bien y la tarta resultona teniendo en cuenta que dan de comer a tanta gente como si se estuviera celebrando en cada servicio una boda de la realeza europea. No es solo que me gusten los comedores pequeños, es que busco con intención descarada las salas de luz tenue, esas en las que casi no ves al camarero acercarse, y de pronto se aparece con un sigilo elegante en tu mesa para explicarte con el volumen de voz justo lo que compone tu plato.

Últimamente estoy en esas. No siempre ha sido así, ni es una norma. Sigo apostando y recomiendo fuerte los bares ruidosos – La histórica bodega La Ardosa, o el barucho Rocablanca en Fuencarral- para una cita: no hay mejor manera de hacer surgir “el tema” que tener que acercarse mucho para poder hablar o porque, del gentío, no se cabe. Yo, que estoy fuera del mercado, pero ojo, buenas citas también en el de Vallehermoso o Antón Martín -alabanzas a la cocina de Samy Ali Rando en Doppelgänger- estoy en ese punto en el que una mesa con su propia lamparita representa un refugio, un paréntesis en la vida frenética del día a día, lleno de noticias, de cosas que hacer, de tareas pendientes, de nada en particular, pero mucha tontería.

Se suponía que esa era la conclusión a la que teníamos que llegar después de todo esto, o al menos una de ellas. Parar, echarnos un vistazo, pero sin que tengan que confinarnos para ello. Vivir mientras podamos. No solo para nosotros, pero sin olvidarnos de disfrutar de la cosecha si la hemos merecido, qué demonios. Consentir esta nueva etapa en la que no me apetece tanto el restaurante de moda, ni el bar con servilletas en el suelo, en la que puede que me encuentre el mes que viene; y me tendré que permitir el cambio. Hablo de aceptar sin recovecos las pasiones porque yo, desde luego, respiro con mayor holgura y todo me sabe mejor.

Almudena Jiménez

Almudena Jiménez

Periodista. Escribo y hago radio local. Me gusta comer bien, mi familia, y conducir. Todo mejor en 35 mm.

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