Comilona Jiménez – La pizza hay que pedirla entre semana

Nov 23, 2021 | Actualidad, Comilona Jiménez, Cultura y Ocio, Opinión

Por Almudena Jiménez.

Son las siete y siete minutos de la mañana y la voz de Alsina se cuela en mi subconsciente, abre con la educación que le caracteriza esa puerta, pero sale con prudencia porque sabe que solo es el primer aviso de que hay que ir despertándose. A las siete y dieciséis regresa, un poco más serio, acompañado de Roberto Brasero que dice, siempre tan agradable, que hoy hará bastante frío, pero brillará el sol. Pasarán un montón de horas hasta que me acueste, no tendré tiempo para siesta, tengo cierre de esta edición del periódico; la lista de la compra consta de, al menos, veinte ítems, lo que se me ocurre sobre la marcha, y tengo que hacerla hoy; el fin de semana pinta en bastos y, a las nueve de la noche, clase de sevillanas.

Vamos a tener que pedir una pizza. Todavía es jueves, es buen día. El pedido llegará en tiempo. Brasero ha dicho que hoy hará bueno. Cuando dan lluvia, la gente pide más pizza. Los jueves, ante la llegada inminente de viernes y el desfogue posterior a la semana laboral, el personal se aprieta el cinturón. Además, voy a llamar un poco más tarde de la hora a la que se suele cenar un día entre semana, cuando quien haya querido pedir, ya lo haya hecho. En el restaurante están tranquilos y, de repente, mi ring-ring. No me esperaban, no es tampoco la hora de cierre; a lo mejor, hasta están un poco aburridos y les apetece preparar este pedido porque no es complicado: una pizza mediana de atún y beicon.

El atún caliente no es para todo el mundo, lo comprendo y lo agradezco a partes iguales; no es un ingrediente muy demandado, así que seguro que tienen bastante en esos tupper grandes desde donde lo esparcen por la masa muy deprisa para que también salgan los pedidos a una velocidad increíble.

Entre semana existe otra calma, y la saboreo cuando destapo la caja de cartón sobre la mesa baja del salón. El repartidor viene desde cerca y directo a mi casa, y tengo el indescriptible placer de tener que esperar para darle el primer bocado a lo que no es ni el pico de pizza, sino que es el queso derritiéndose de calor. Hay amores para los que no hay palabras. Los placeres no pueden ser del todo cotidianos, porque si pierden el cariz esporádico -esa chispa que se enciende cuando algo se te ocurre- se convierten simplemente en algo que te gusta, y eso está fenomenal, pero se queda a unos peldaños de la excelencia de los gozos casi divinos de los que claramente llevo hablando este ratito.

Arreglada la semana, conviene esperar -serie de televisión mediante- para volver a acostarse, so pena de estropear una digestión que esté a la altura del trabajo de quien te preparó la pizza con esmero. A la misma hora, sonará mañana el radio-despertador; la jornada será, a lo mejor, menos dura pero no tan buena, y todo gracias a la experiencia adquirida después de unos cuantos días de lluvia, comida fría y escasa de sustancia. O, lo que es lo mismo, después de elegir equivocadamente el día de la semana para pedir comida rápida. La clave está en hacer de algo apresurado y glotón, un remanso de disfrute. Secreto desbloqueado.

Almudena Jiménez

Periodista. Escribo y hago radio local. Me gusta comer bien, mi familia, y conducir. Todo mejor en 35 mm.

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