Pedro Sánchez es investido presidente con los votos justos: 179 votos a favor, 171 en contra y ninguna abstención, asegurando la mayoría absoluta con tres votos adicionales. Esto le brinda la oportunidad de liderar el país durante los próximos cuatro años, aunque se prevé un mandato desafiante, marcado por las exigencias de los diferentes partidos que respaldaron su investidura, en especial el independentismo catalán.

Porque la democracia siempre prevalecerá frente al ruido y la oscuridad, y hoy se ha vuelto a demostrar.

Seguiremos construyendo un país mejor basado en la igualdad y la justicia social con un nuevo gobierno progresista.

Hoy podemos decir con orgullo que @sanchezcastejon es… pic.twitter.com/xmSJWLcRY7

— PSOE (@PSOE) November 16, 2023

Los escaños del PSOE, Sumar, Junts, ERC, PNV, Bildu, BNG y Coalición Canaria han respaldado a Sánchez, abriendo nuevamente las puertas de La Moncloa. Sin embargo, la investidura ha generado inquietudes debido a las condiciones impuestas por los partidos independentistas, que ya han advertido sobre la necesidad de una “negociación diaria” para mantener su respaldo.

Desde Bruselas, Carles Puigdemont respaldó a su portavoz en el Congreso, Miriam Nogueras, quien destacó que “con cada acuerdo que se cumpla, Cataluña tendrá que estar más cerca de la independencia”. Sánchez, ahora investido, se enfrenta al desafío de formar un nuevo Ejecutivo, previsiblemente más corto y político.

La legislatura, marcada por la concesión de una amnistía a los condenados por el proceso soberanista catalán, estará tutelada por minorías que, a pesar de representar menos del 6% de los votos, han impuesto sus condiciones. Las manifestaciones en contra de la amnistía, celebradas el pasado domingo, y las previstas para este sábado en Madrid, reflejan la resistencia ciudadana ante estas decisiones.

Sánchez, aplaudido por sus diputados, ha aceptado todas las condiciones del independentismo y el nacionalismo, incluyendo aquellas presentadas por Carles Puigdemont, a quien anteriormente prometió traer de vuelta a España bajo circunstancias diferentes. La falta de explicaciones sobre su cambio de opinión respecto a la amnistía ha dejado preguntas sin respuesta.

Con una retórica centrada en el “diálogo”, “reencuentro”, y “convivencia”, Sánchez enfrenta la tarea de liderar un gobierno marcado por la oposición implacable a los populares y una negociación constante con los secesionistas. Su mandato estará bajo la lupa en el Senado, con la oposición de Feijóo, y en las comunidades autónomas gobernadas por el PP, además de la desconfianza de una parte de la sociedad. La nueva aritmética parlamentaria dependerá del independentismo catalán, que podría poner en riesgo la estabilidad del Gobierno con cada decisión.