Comilona Jiménez – Beberme el tiempo, hacer olas de mar

Ene 25, 2023 | Comilona Jiménez, Cultura y Ocio, Opinión

Por Almudena Jiménez

Tengo reservada la lista molar de Spotify para esos momentos geniales de la semana en que, tras entrenar lo suficiente la pereza, he dejado para mañana lo que podía hacer hoy pero no era necesario. En esta lista brilla más que nada la reproducción aleatoria. No es como esos discos que, como dice Adele, tienen que escucharse en un orden. Está exactamente pensada para sorprenderte cada vez que la escuchas como si fuera la primera, para que nunca te suene igual, y que cada vez sea única. Unas veces le da por ser más moderna y me contoneo: “por todas esas veces que me puse detrás y yo cambié lo mío, por lo que tú querías”, con una Rosalía para mí de las mejores. Me pongo el portaminas Faber-Castell 1.0. entre los dedos índice y corazón y lo bailo sentada haciendo olas de mar con las manos y hasta con los brazos, ojos siempre cerrados porque si no, no cuenta.

El portaminas me funciona mucho mejor con ese fin que con el de resolver ningún ejercicio de Matemáticas en el colegio. Sacaba de quicio a mi hermano Antonio, una persona que respira ingeniería por cada poro de su piel, hasta escupirme en la cara al apretar los dientes y expulsar aire a toda velocidad. Este sí que cerraba los ojos y meneaba la cabeza, y no bailando precisamente. Se me podría haber pegado un poco de lo suyo en los esputos, pero nada. Lo mejor de estudiar Periodismo es quitarse ese pelmazo de números de encima.

Con Leon Bridges de fondo y con el portaminas resuelvo ahora sopas de letras, crucigramas y laberintos en esos ratitos de una calma que, a base de ensayarla, me sabe a gloria. Además, la estoy acompañando de agua con gas, un elixir al que me he acostumbrado con extraña facilidad. Por qué me ocurre esto me sorprende al mismo tiempo que me encanta. Con el café solo sin endulzar la situación ha sido igual. Casi de un día a otro quise probarlo, me aventuré a que me gustara, y ya no puedo prescindir de ello. Esto es, que los tomo a demanda, y qué. La culpa de que beba el cafetito tinto (como lo llaman en Suramérica) la tiene en su mayor parte mi Pilar, porque siempre me animó a probar con su ritualito del café de filtro, sirviéndolo con mucha corrección en una bandeja no muy esmerada que compré hace años en un bazar del barrio, pero con unas tazas que alternamos entre la marca Kuus -corran a verla, es el maravilloso proyecto de dos hermanas, Belén y Sandra, y un taller en la sierra de Gredos donde toda la cerámica se cuece con amor bajo la atenta mirada de una preciosa bebé que tiene a la mejor maestra posible- y una vajilla heredada de mi familia, sencilla como todo lo demás. La otra mitad de la culpa se la echo a Lucía, de La Infinita, y a la tranquilidad en los desayunos en esa que, como ya sabe todo el mundo, es mi casa en el norte.

El agua con gas tiene mucho que ver con dejar de beber cerveza, primero, e ir moderando la cantidad de sin alcohol y de refrescos, después. Las cosas ya no me sientan igual. Claro que yo también he pensado que los que la piden un bar o son guiris o son unos snobs. Total, que después de darle chance a la tónica, sin éxito por tantos recuerdos amargos en años más jóvenes, y de juzgar a diestro y siniestro esas botellas verdes burbujeantes, me decidí a pedirme yo uno de esos vasos colmados de hielo con una rodajita de limón, con las burbujas pegadas al cristal que, cuanto más fino, mejor. En efecto, refrescante. En los últimos meses he perfeccionado el perfect serve, usando el vaso que le va al asunto, el que da rollito. Ese chato Ripple con una rodaja de limón y otra de naranja, con una roca de hielo generosa y la S. Pellegrino -mi favorita, de momento- escurriendo como un manto que lo envuelve todo hasta llenar cada estría del cristal. No suena nada mal y, de fondo, Everything happens to me, de Chet Baker.

Snob de día y snob al caer la tarde.  Yo arranco la mañana celebrando cuando participa en la tertulia de Más de Uno en Onda Cero Ángeles Caballero, que es de Getafe y encima escribe en Vanity Fair. “Que se nos vea a las de la zona sur”, me digo a punto de salir hasta mi redacción desde donde observo el mundo con el café tomado, y de la que saldré con el ánimo de seguir juntando letras en mi cuaderno de pasatiempos. Son de ese tipo las alegrías que yo saboreo. Todas de tal calibre.

Cómo no iba a llamarse molar la lista. He encontrado paz en esos tiempos que duran lo que tengan que durar en este invierno que, como todos, también es distinto porque no me recuerda a ningún otro. No hace ni un año que me casé, así que a eso también le pego sorbos cortos, cierro los ojos y lo bailo todo con gusto. Es un momento único y se merece no solo su propia banda sonora y sus vasitos para la ocasión; es que, lo mínimo, es que yo mole al compás. Hacerme y darme yo a este tiempo, bebérmelo sin parar.

 

Almudena Jiménez

Almudena Jiménez

Periodista. Escribo y hago radio local. Me gusta comer bien, mi familia, y conducir. Todo mejor en 35 mm.

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