Un grupo de vecinos en Parla vive desde hace 15 años una situación insostenible debido al ejercicio de la prostitución en un piso de su edificio. Según los afectados, el problema no solo se limita a los ruidos y el trasiego de clientes, sino que sospechan que también hay venta de drogas en el lugar. Los fines de semana, la actividad aumenta, generando aún más molestias.

Los residentes denuncian que la situación es un “no parar”, con llamadas constantes al telefonillo, golpes, gemidos y discusiones a cualquier hora del día. “Es imposible dormir sin pastillas”, explica uno de los vecinos, visiblemente afectado por años de esta problemática. Aseguran que las trabajadoras sexuales realizan turnos las 24 horas, perpetuando un ciclo de ruido y conflictos.

A lo largo de los años, los vecinos han intentado buscar soluciones, pero la falta de respuesta efectiva de las autoridades los ha llevado a un punto de desesperación. “Estamos abandonados. Las paredes parecen de papel, se escucha todo”, lamenta otra residente. Pese a las quejas y denuncias, la actividad en el piso continúa sin restricciones.

Las implicaciones son graves: además del impacto en la salud mental y el bienestar de los residentes, las sospechas de tráfico de drogas agravan la inseguridad en el edificio. Los vecinos piden con urgencia una intervención policial efectiva para acabar con este problema que afecta a su calidad de vida y a la convivencia en la comunidad.