Francisco transformó la Iglesia como ningún otro pontífice en las últimas décadas. Este lunes, el papa falleció en Roma a los 88 años, víctima de una neumonía bilateral agravada por problemas respiratorios crónicos. Jorge Mario Bergoglio, primer papa jesuita y latinoamericano, había sido ingresado el 14 de febrero y, aunque participó en actos de Semana Santa, su estado empeoró en los últimos días.

Durante sus 12 años de pontificado, Francisco transformó la Iglesia con una serie de reformas enfocadas en la transparencia, la inclusión y la justicia social. Desde el inicio, buscó acercar el mensaje del Evangelio a los márgenes, abogando por los pobres, los migrantes y el medioambiente. También promovió la revisión del papel de la mujer, el respeto a la diversidad sexual y la integración de los divorciados, desafiando las posturas tradicionales del Vaticano.

Su muerte ocurre en medio del Año Jubilar de la Esperanza, cuando su liderazgo era más visible que nunca en el ámbito internacional. En una de sus últimas acciones, envió una carta a los obispos estadounidenses para oponerse a las deportaciones masivas en EE.UU., posicionándose como una voz firme ante el avance de discursos antiderechos. Estas posturas reforzaron su imagen como líder moral global, pero también provocaron una intensa oposición entre sectores ultraconservadores.

La desaparición de Francisco deja un vacío y múltiples interrogantes. A diferencia de sus predecesores, no hay un sucesor claro. El próximo cónclave se desarrollará en un clima de tensión, entre quienes quieren continuar su legado y quienes buscan revertir sus reformas. La herencia de su papado marca un antes y un después: Francisco transformó la Iglesia, y su huella será objeto de debate durante generaciones.