Comilona Jiménez – Jamón, lomo y queso

Feb 17, 2022 | Comilona Jiménez, Cultura y Ocio, Opinión

Por Almudena Jiménez

“No vas a gustarle a todo el mundo” es una de las verdades más manidas, irrefutables, y que conviene que aprendas cuanto antes, mejor. Sin embargo, no lo harás; te empeñarás en gustarle a la mayor cantidad de gente posible, sobre todo durante los años más tempranos de tu juventud, cuando encajar resulta tan complicado.

Supongamos que, por fin, has aceptado esa certeza, y que sales cada día a la calle aceptándola. Entonces, un día, decides casarte y tienes que invitar a unas ciento y pico personas a comer. Ya está, asamos unos corderos, freímos unas patatas, llenamos unos barreños de hielo y cerveza, compramos tarta y unos cuantos licores, y todo el mundo quedará satisfecho. Que haya fuego y huela a brasas, una paella a lo sumo. Venga, también unas gambas, por qué no. Habrá que poner mesas y manteles, que los invitados estén cómodos. ¿Quién va a hacer toda esa comida? Mejor lo organizamos en condiciones.

Resulta que nos gustan los restaurantes de cocina creativa, con Estrella Michelin, si puede ser; ya que nos ponemos, nos gustaría contar -a través de los platos de nuestra boda- esta afición. A lo mejor no es el mejor día para arriesgarse, así que primero vamos a echar un buen ojo a la carta del cáterin. Descubrimos que todos los platos tienen ocho apellidos franceses: brunoise, parmentier, meuniere, yo qué sé. En realidad, me encanta; pero ¿qué fue de la secuencia jamón, lomo y queso? A veces, incluso, le ponen apellidos a un bollo preñao.

Quiero acordarme de un artículo que me recomendó mi amigo Antonio -escrito y descrito todo esto maravillosamente por José Ramón Alonso de la Torre, publicado en el diario Hoy en 2018, titulado Bodas de Cáceres y Badajoz-, en el que las fruslerías, como el autor las llama, ocupan el lugar que se merecen. Volvamos al principio. Creo que, al final, si es que he extraído alguna conclusión de todo este menú imposible de configurar sin ápice de duda, es que la apuesta por lo obvio, por acertar en la medida de la posible, te sumerge en un mar de dudas de difícil salida. Todas las opciones son válidas -como en la lotería, que todas las bolas entran en el bombo, que dice mi madre-. Jamón, queso y lomo, pero también ensalada de arenque ahumado con salsa tártara y mostaza y llenito de flores, que parece un jardín el plato.

Al final, las piezas, los sabores, y yo principalmente, siento que encajo con las elecciones que he hecho porque no hay más remedio que dar por bueno ese hecho honesto con el que he empezado esta justificación para el convite de mi casamiento. Después, todos a bailar, a beber, a pasárselo como se merece la ocasión: el día más esperado de mi -ya no tan temprana- juventud.

Foto: A. Jiménez. Fruslerías de boda que están buenísimas

Almudena Jiménez

Periodista. Escribo y hago radio local. Me gusta comer bien, mi familia, y conducir. Todo mejor en 35 mm.

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