Celia Castle reflexiona en entrevista con LGN Radio sobre la evolución del mundo digital, la responsabilidad de comunicar y el equilibrio entre autenticidad y éxito
“Ahora todo el mundo quiere ser influencer, pero muchos lo hacen por los motivos erróneos.” Con esta frase, Celia Castle exponía su visión sobre el actual “mundo influencer” en el programa Haciendo click con… de LGN Radio: la transformación del universo digital y cómo el brillo de las redes ha hecho olvidar, a veces, la pasión por comunicar.

Celia no habla desde la teoría. Es una de las creadoras más veteranas de su generación, con más de una década de trayectoria en internet que le permite tener una visión crítica de su propio sector. A lo largo de la entrevista, comparte con naturalidad sus inicios, su evolución y su manera de entender un trabajo que, para muchos, sigue siendo sinónimo de fama fácil, pero que ella defiende como una profesión que requiere ética, constancia y vocación.
La comunicadora y creadora de contenido —con casi 200 mil seguidores en TikTok, 115 mil en Instagram y 80 mil suscriptores en Youtube— siente que gran parte “del top de creadores de España ha empezado por los motivos erróneos, al menos desde mi punto de vista”. Asegura que es “super lícito” que la razón para dedicarse a las redes sociales sea el dinero, y recalca: “No me voy a tirar piedras contra mi propio tejado, porque esto también es mi profesión”. Pero sí reconoce que echa de menos esa “naturalidad” e “inocencia” que solía caracterizar a los creadores de contenido.
“Yo me veo con 12 años empezando con la mayor ilusión del mundo, sin tener ni idea de que en algún momento de mi vida podría sacar dinero de esto. Era todo tan genuino y tan inocente. Ahora esa inocencia se ha perdido completamente y todos sabemos el dinero que mueve esta industria y evidentemente la gente se quiere subir al carro y hacer de ello y trabajo”, explica en el programa.
De un pueblo de 300 habitantes al mundo digital
Celia Castle recuerda con ternura su infancia en un pequeño pueblo de Cantabria, con apenas 300 habitantes. “Por las tardes no tenía nada que hacer, no había niños de mi edad, y descubrí el maravilloso mundo de internet”, contaba entre risas.
A los doce años subió su primer vídeo a YouTube, sin imaginar que aquel pasatiempo se convertiría en su camino profesional. “Mis padres no entendían absolutamente nada y en el instituto se reían de mis vídeos. Ahora muchas de esas personas quieren ser influencers”, dice divertida.
Lo que para otros era una rareza, para ella fue una forma de expresión y libertad. Internet le permitió descubrir que existía “un mundo más allá de su pueblo”, y esa curiosidad se transformó en vocación.
“Empecé en YouTube cuando todo aquello era campo”
Celia fue una de las pioneras. “Empecé en YouTube cuando todo aquello era campo”, repite como una frase que resume una época. No existían los algoritmos, ni los reels, ni los contratos de marca. Solo la cámara del ordenador y las ganas de compartir. “Yo me lancé porque me gustaba comunicar. No sabía que se podía vivir de esto. Simplemente me ilusionaba la idea de hablar a alguien al otro lado de la pantalla”, recuerda.
“Las redes son una ilusión óptica, no el mundo real”
Pese a su éxito, Celia mantiene los pies en la tierra. “Intento estudiar y trabajar fuera de las redes, porque al final son una ilusión óptica. No es el mundo real”, asegura. Licenciada en Comunicación y Creación Audiovisual, y ahora estudiante de un máster en periodismo, combina su faceta de creadora con la búsqueda de una base más sólida: “No me veo con 40 años haciendo reels, pero sí comunicando. Me gustaría seguir en este mundo, quizá en radio o tele, pero con un formato distinto.”
Ética y responsabilidad en la profesión influencer
Celia reconoce que el éxito en redes viene acompañado de decisiones difíciles. “Intento poner siempre un filtro moral. Hay campañas que he hecho de las que no estoy al cien por cien orgullosa, pero intento que sean las menos posibles”, confiesa. Vegetariana y coherente con sus valores, ha impuesto límites claros: No colabora con marcas de apuestas, con alimentación que no sea vegetariana o con marcas que testen en animales. “Hay bastantes filtros, la verdad”, comenta.
También se muestra a favor de la regulación del sector. “A mí no me afecta porque siempre marco la publicidad, pero me parece bien que se regule. Hay gente que hace publicidad encubierta y me da vergüenza”.
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