Con motivo del día del libro, desde LGN Medios traemos una serie de recomendaciones literarias que no te puedes perder. En esta ocasión, ‘Aprender a ser hombre’ de Fernando Herranz Velázquez
El éxito de la serie de Netflix ‘Adolescencia’ ha reavivado el debate sobre el impacto de las redes sociales e internet en la formación de la identidad de los adolescentes, especialmente en los varones. En distintos rincones de internet y las redes sociales circulan discursos que intentan convencerlos de que, para ser “verdaderos hombres” u “hombres de valor”, deben ser fuertes, alcanzar el éxito económico a una edad temprana o reprimir sus emociones.
Estas dinámicas pueden tener un impacto profundo en la socialización y en la construcción de la identidad durante una etapa tan vulnerable como la adolescencia. La miniserie de Netflix lo ilustra con crudeza, al mostrar cómo los jóvenes pueden sentirse excluidos o insuficientes al no cumplir con las expectativas impuestas. La serie lleva esta problemática al extremo: su trama gira en torno a la acusación de asesinato contra uno de estos “jóvenes incomprendidos”. A lo largo de sus cuatro episodios de una hora —filmados en un impresionante plano secuencia— se exploran las distintas influencias que moldean a Jamie, el protagonista: desde su entorno escolar y sus relaciones familiares, hasta el peso simbólico del rol paterno.
En medio del creciente debate en torno a la manosfera, los incels y otras comunidades virtuales que moldean discursos sobre la masculinidad, hay libros que se vuelven casi imprescindibles para comprender la sociedad actual. Uno de ellos es ‘Aprender a ser hombre’ (Ediciones en el mar). La obra de Fernando Herranz Velázquez (Ávila, 1993) aborda el modo en el que la masculinidad hegemónica se ha venido conformando desde la modernidad. Ofrece una mirada histórica al origen de la hegemonía masculina, y un acercamiento a la complejidad que la rodea.

‘Aprender a ser hombre’ (Ediciones en el mar)
Como escribe en el prólogo Beatriz Ranea Triviño: “más que nunca se está abordando la masculinidad en redes sociales, en relatos fílmicos y literarios, y en otros escenarios”. Al mismo tiempo, encontramos confrontaciones entre la aproximación que se hace desde el feminismo —que propone un cambio hacia masculinidades alternativas e igualitarias— y la que se hace desde las perspectivas conservadoras y antifeministas —que celebran la masculinidad hegemónica actual al mismo tiempo que construyen sus discursos en torno a la nostalgia de un pasado “en el que existían hombres de verdad”—.
Como explica Herranz Velázquez en conversación con LGN Medios, esta obra pretende “desmitificar y desnaturalizar lo que se considera ser hombre”. La formación en historia de su autor aporta una base sólida para el recorrido histórico que realiza sobre los cambios en lo que ha significado ser hombre a lo largo de los siglos. Logra exponer a la perfección hechos clave del pasado para comprender la masculinidad hegemónica a día de hoy.
Lo que Herranz Velázquez quiere que los lectores y lectoras tengan claro cuando aborden ‘Aprender a ser hombre’, es que “la masculinidad es algo aprendido”, que no hay nada “natural” en ella, sino que “es un proceso de socialización, de educación”, y que por lo tanto se puede desaprender y deconstruir para construir una sociedad más justa e igualitaria.
¿Sienten los hombres emociones? Contra el mito del hombre insensible
La evolución de la masculinidad, la imagen del hombre como autoridad o la heterosexualidad como única posibilidad son algunos de los temas que aborda Herranz Velázquez en su obra. Pero además, trata en profundidad uno de los mitos más extendidos alrededor de la personalidad de los hombres: que son seres sin emociones ni sentimientos.
Como explica el autor, “una de las características principales y más visibles de la masculinidad hegemónica es la teórica ausencia de la parte emocional en los varones”. Sin embargo, esta falta de expresividad sentimental “no deja de ser una fachada de la identidad social masculina”. Las emociones son algo inherente al ser humano, que podemos sentir sin importar la edad, el sexo o la procedencia. Sin embargo, cuando ciertos sectores imaginan las características que conformarían al “hombre perfecto”, lo describen como una “persona dura, fuerte, sin emociones y puramente racional”.
Al menos desde el siglo XVII, la educación que reciben los niños y jóvenes está destinada “a la domesticación de esta parte emocional, un esfuerzo de autocontrol y autocensura” que enmascara la realidad sentimental del hombre para así “vender al resto de la sociedad una máscara de imperturbabilidad y racionalidad absoluta”. Sin embargo, hay algunas emociones o sentimientos que escapan a esta censura, y son aquellas que históricamente han sido clasificadas como masculinas: las relacionadas con la violencia o la virilidad como la ira, el enfado o la frustración.
A pesar de la “problemática” unión entre masculinidad y emociones, Herranz Velázquez tiene claro que “los hombres se relacionan y sienten”, y anima a reflexionar sobre la “domesticación y adaptación de estos sentimientos a la expresión aceptada dentro de la masculinidad”.
Al final, el autor explica cómo “la masculinidad hegemónica, como identidad social, es un entramado compuesto de elementos culturales, sociales, étnicos y, por supuesto, de género, que estructuran la forma aceptada de ser, sentirse y aparentar ser un hombre en una época y un lugar determinados”. Y añade: “No hay determinismo biológico que orqueste que los varones deben ser de una determinada manera. No hay esencia masculina que haga que los hombres seamos violentos, insensibles, que no podamos contener nuestros impulsos sexuales o nos haga tener mayores índices de criminalidad. Ni en el presente ni en el pasado, independientemente de la época a la que se haga referencia”.
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